sábado, 4 de marzo de 2017

Acaba el sueño europeo del "Granca" ante Hapoel (79-85)

El Herbalife Gran Canaria luchó para reponerse a un duro parcial inicial pero no logró forzar el tercer partido.

Parecía que no iba con ellos. El ‘speaker’ del Gran Canaria Arena tuvo que realizar tres intentos a través del micrófono para anunciar la presentación de un equipo israelí cuyos jugadores no se daban por enterados. Con pasividad y cara de pocas ganas, Amar’e Stoudemire por fin respondió para abrir la fase de saludos de ambos equipos.
Pero a la hora de la verdad, arrancaron enchufados. Impusieron su ritmo demoledor desde el uno contra uno, desde lo primero que uno aprende en la cancha del patio, o del barrio. Jerome Dyson, el hombre más peligroso en el primer encuentro celebrado en Jerusalén, anotó la primera de la noche. Kinsey le siguió con un triple y un acierto desde más allá de 6,75 del propio Dyson disparaba las distancias (2-10, minuto 3) encendiendo las primeras alarmas en el Gran Canaria Arena.
Sin embargo, más allá de lo meramente deportivo, el gran susto del primer cuarto fue el desplome de Sasu Salin. El escolta finés cayó inconsciente al parqué tras recibir un golpe e intentar reincorporarse, y tanto sus compañeros como los servicios médicos del pabellón acudieron a su rescate. Salin pudo recobrar la conciencia y retirarse por su propio pie para volver unos minutos después a jugar. En su ausencia la desventaja llegó a los dobles dígitos (9-20, minuto 7) después de un triple de Halperin. La defensa claretiana no podía contener el poderío físico en el aspecto individual de sus rivales, y Jerome Dyson causaba estragos. El escolta anotó 14 puntos y fue protagonista en el abultado resultado del envite inicial (19-33).
Sasu Salin encarnaba los valores de entrega y esfuerzo que precisaba un Herbalife Gran Canaria superado por momentos. Convirtió un lanzamiento desde casi ocho metros para abrir fuego en el segundo acto. Si bien, en un principio, no pareció surtir el efecto deseado, acabó siendo la chispa que encendió la llama. ¿Y quién fue la llama que dinamitó el nudo del segundo cuarto? Ryan Hollins. El pívot, padre de su cuarto hijo hace apenas dos días, resultó crucial en un parcial de 14-3 para pasar del 24-38 al 38-41 realizando mates, tapones, y contagiando su energía al resto de sus compañeros.
Kuric, que volvió a sufrir un intenso marcaje por parte del conjunto de Pianigiani, enchufó un triple para acercar a los isleños. La defensa amarilla había mejorado prestaciones y forzaba numerosas pérdidas del equipo hebreo, pero en ataque el grupo de Luis Casimiro no lograba aprovechar las ocasiones de reducir distancias e, incluso, de igualar la contienda. Y Hapoel Jerusalén, con sus defectos y virtudes, suele castigar los errores. Entre Stoudemire y Jerrells, de nuevo en acciones individuales, lograron estirar la ventaja hasta los nueve puntos antes del intermedio (41-50).

Reacción sin premio

El trío arbitral penalizaba el contacto de diferente manera a los colegiados encargados de lidiar con el choque disputado en Tierra Santa. Pero en el tercer cuarto perdieron el norte. Fueron dueños y señores del tempo del choque, pitando sin aparente criterio y repartiendo técnicas a diestro y siniestro. Algunas con motivos; otras sin aparente razón.
Eso ocurrió en la segunda mitad del tercer acto; antes Albert Oliver se había encargado de mantener muy vivas las opciones de su equipo. Lideró un parcial de 11-6 para poner a cuatro a los isleños (52-56, minuto 26). Y llegó a tener el equipo local varias posesiones para empequeñecer la desventaja, pero los amarillos carecieron del acierto necesario para apretar más el marcador. Y, una vez más, el error era penalizado por un Hapoel Jerusalén que volvía a poner tierra de por medio. Precisaban de poco: algún reverso, un ‘dribbling’, un tiro tras bote.
Fue entonces cuando el choque se convirtió en una sucesión absurda de decisiones arbitrales que impusieron la anarquía en el parqué ante una parroquia amarilla encrispada. Y en el caos, por supuesto, reinó el equipo que llevaba la voz cantante. Desde la línea de 4,60 el Hapoel amplió su renta y la mantuvo a diez del final. Herbalife Gran Canaria, precipitado por el ímpetu de remontar el resultado, no lograba aprovechar las situaciones de ventaja y encaraba el último cuarto con once tantos que recuperar (59-70).
Era difícil realizar una crónica de lo acontecido en los primeros tres cuartos, de darle coherencia a la sucesión de eventos sin aparente relación u orden. McCalebb logró un 2+1 que redujo la distancia a los ocho puntos; Jones respondió y el marcador se quedó en 62-72. Ambos equipos dieron, durante unos breves minutos, sus peores versiones. Las de imprecisiones, fallos e inseguridad. En medio de esa receta salió el descarado talento de Royce O’Neale, que incendió el Gran Canaria Arena con dos triples consecutivos. Tras el tiempo muerto del entrenador italiano, Kinsey erró el triple y Bo McCalebb puso en solo dos (70-72, minuto 34) la diferencia.
Había tiempo hasta el final, pero el Herbalife Gran Canaria volvió a precipitarse. Anzejs Pasecniks tuvo bola para empatar, pero no logró apretar lo suficiente en un contraataque para igualar. Y, de nuevo, el mismo guion: el Hapoel Jerusalén se encomendaba a un 2+1 de Jerrells y un mate a una mano de Amar’e Stoudemire para replicar al esfuerzo amarillo. Casimiro paraba el encuentro con más de cinco minutos por disputarse (70-77, minuto 35) con la intención de mantener el ‘moméntum’ isleño. El triunfo parecía posible pero, al mismo tiempo, seguía algo lejano.
Los amarillos lo lucharon con el alma hasta el último segundo, hasta la última jugada. A falta de un minuto para el final la diferencia era de tres puntos tras dos tiros libres anotados por Sasu Salin. Con 77-80 en el marcador, Hapoel pudo finiquitar el encuentro pero Ryan Hollins taponó un tiro de Jerrells. Oliver convirtió dos tiros libres, Peterson hizo lo mismo y el electrónico señalaba 79-82 con 16,7 segundos por disputarse. Casimiro solicitó tiempo muerto para preparar la última jugada. O, al menos, la que quería que no fuera última jugada.
Pero desde el saque de banda de Albert Oliver no salió nada. Kuric acabó recibiendo el balón no en la esquina, sino casi en la frontal. La defensa hebrea le encerró en un dos contra uno y Jerrells acabó forzando la pérdida del escolta estadounidense. Ahí se acabó el sueño europeo de un bravo Herbalife Gran Canaria que dejó todo el sudor que tenía sobre la pista y que salió aplaudido por su afición, reconocedora del esfuerzo titánico de su equipo.

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