El equipo claretiano controló en todo momento el partido, dominando a merced al Real Madrid.
Tras una primera semifinal resuelta del lado de Valencia Basket en los últimos segundos, el Gran Canaria Arena vibró con la salida a pista de su equipo. Con representación de todas las aficiones, lo cierto es que la grada era tan amarilla como en casi cualquier otro partido de Liga Endesa. La parroquia claretiana deseaba ver en acción a su nueva legión de guerreros.
Y Luis Casimiro no dudó en disponer de todos. Dio primero el sueco Jeff Taylor, pero su canasta precedió a un parcial de 8-0 que hizo levantar de su sitio a toda la afición. El capitán Eulis Báez pregonó el ejemplo y sus compañeros le siguieron: triple de McKissic y mate de Pasecniks tras una asistencia de fantasía de Albert Oliver. A sus 39 años, el base de Terrasa corrió la pista con la energía de su debut hace más de 20. El acierto exterior permitía a los amarillos mantener una buena renta de puntos y Pablo Laso se vio obligado a solicitar tiempo muerto (19-13, minuto 8) después de ver un triple de Gal Mekel.
No surtió efecto. Jaycee Carroll intentó espabilar a los suyos pero no encontró el acierto que le acompañó en sus dos años en Gran Canaria, y DJ Seeley castigó la moral blanca con el enésimo tiro anotado desde más allá de 6,75. El Real Madrid seguía haciendo la goma, pero no lograba acercarse en el marcador pese al esfuerzo interior de Ayón, primero, y Kuzmic después (24-17).
Los de Laso optaron en el inicio del segundo acto realizar un juego con un claro balance interior. Kuzmic, recién fichado este año, descorchaba el tanteo tras una buena jugada colectiva. Sin embargo, el conjunto capitalino no lograba enchufarse debido a la buena defensa amarilla. Doncic, con minutos desde muy pronto, era la esperanza blanca que tanto necesitaba Laso, mas era insuficiente. Bajaba el ritmo anotador, pero los de Luis Casimiro seguían controlando el tempo del encuentro.
Un triple de Fabien Causeur (28-24, minuto 14) acercaba a tan solo cuatro puntos a los madrileños, pero Oriol Paulí, muy eficaz en su momento en pista, anotó cinco puntos consecutivos que volvieron a desatar la locura en las gradas del recinto de Siete Palmas. Una bomba de Eriksson volvía a colocar los nueve de diferencia, renta que mantuvo el equipo isleño hasta el final de una primera mitad con dos tonos muy diferentes pero de mismo color (37-28).
Los isleños no tenían excesiva fluidez en ataque pero bastaba el esfuerzo defensivo para mantener a raya las acometidas de un Real Madrid liderado por Gustavo Ayón pero necesitado de otra baza. Campazzo, referente en el puesto de base, se ahogó en un vaso lleno de ideas pero carente de ejecuciones. Rudy estuvo en busca y captura y los de Laso no arrancaban. Oriol Paulí, inconmensurable y con una confianza arrolladora en su juego, anotaba desde la esquina del banquillo local para seguir alimentando los sueños de la parroquia grancanaria (51-39).
Pero hace tiempo que este Herbalife Gran Canaria ha dejado de lado los sueños. El discurso de los milagros, de las misiones imposibles. De lo inalcanzable. Aquel tremendo equipo que llegó a la final de Eurocup con un balance 21-1 abrió la veda. Luego llegó la segunda final en Coruña. La tercera, en el primer título. Y la cuarta, en otra Supercopa Endesa. Todo con un esfuerzo coral envidiable, sin estrellas, sin nombres propios. Que se lo digan a Luke Fischer, un pívot de Wisconsin que disputaba su primer partido profesional y anotaba ocho puntos seguidos para enloquecer a su nueva afición (59-44, minuto 33) a siete minutos del final.
Se había podido con Baskonia, Barcelona, Valencia,… Nunca con el Real Madrid. Y la primera eliminación a los blancos no iba a ser fácil. Thompkins hizo honor a su nombre anotando dos triples consecutivos (59-54, minuto 36) que, casi inesperadamente, daba vida al conjunto merengue. Era un momento delicado, quizá el único en toda la noche festiva.
Se quedó en eso. En un momento puntual dentro de unos cuarenta minutos de puro júbilo grancanario. No tembló el equipo de Luis Casimiro, que con ataques largos y cabeza logró cerrar el triunfo para sellar la clasificación a la final de la Supercopa Endesa.
Y Luis Casimiro no dudó en disponer de todos. Dio primero el sueco Jeff Taylor, pero su canasta precedió a un parcial de 8-0 que hizo levantar de su sitio a toda la afición. El capitán Eulis Báez pregonó el ejemplo y sus compañeros le siguieron: triple de McKissic y mate de Pasecniks tras una asistencia de fantasía de Albert Oliver. A sus 39 años, el base de Terrasa corrió la pista con la energía de su debut hace más de 20. El acierto exterior permitía a los amarillos mantener una buena renta de puntos y Pablo Laso se vio obligado a solicitar tiempo muerto (19-13, minuto 8) después de ver un triple de Gal Mekel.
No surtió efecto. Jaycee Carroll intentó espabilar a los suyos pero no encontró el acierto que le acompañó en sus dos años en Gran Canaria, y DJ Seeley castigó la moral blanca con el enésimo tiro anotado desde más allá de 6,75. El Real Madrid seguía haciendo la goma, pero no lograba acercarse en el marcador pese al esfuerzo interior de Ayón, primero, y Kuzmic después (24-17).
Los de Laso optaron en el inicio del segundo acto realizar un juego con un claro balance interior. Kuzmic, recién fichado este año, descorchaba el tanteo tras una buena jugada colectiva. Sin embargo, el conjunto capitalino no lograba enchufarse debido a la buena defensa amarilla. Doncic, con minutos desde muy pronto, era la esperanza blanca que tanto necesitaba Laso, mas era insuficiente. Bajaba el ritmo anotador, pero los de Luis Casimiro seguían controlando el tempo del encuentro.
Un triple de Fabien Causeur (28-24, minuto 14) acercaba a tan solo cuatro puntos a los madrileños, pero Oriol Paulí, muy eficaz en su momento en pista, anotó cinco puntos consecutivos que volvieron a desatar la locura en las gradas del recinto de Siete Palmas. Una bomba de Eriksson volvía a colocar los nueve de diferencia, renta que mantuvo el equipo isleño hasta el final de una primera mitad con dos tonos muy diferentes pero de mismo color (37-28).
Un equipo acostumbrado a finales
La ansiada barrera sicológica de los diez puntos se superó, por fin, en los primeros compases del tercer cuarto. La pareja Báez-Pasecniks impuso su ley en ambos aros y una canasta del letón puso en doce la diferencia. Fue entonces cuando Shaquielle O’Neal McKissic se hizo con el control del partido. ‘Control’, eso sí, tiene una definición variopinta en el diccionario de una persona atípica, hecha a sí misma como pocas otras. El alero americano anotó cinco puntos consecutivos que valieron para que los de Casimiro volvieran a abrir la brecha (46-30, minuto 25) alcanzando la máxima de la noche.Los isleños no tenían excesiva fluidez en ataque pero bastaba el esfuerzo defensivo para mantener a raya las acometidas de un Real Madrid liderado por Gustavo Ayón pero necesitado de otra baza. Campazzo, referente en el puesto de base, se ahogó en un vaso lleno de ideas pero carente de ejecuciones. Rudy estuvo en busca y captura y los de Laso no arrancaban. Oriol Paulí, inconmensurable y con una confianza arrolladora en su juego, anotaba desde la esquina del banquillo local para seguir alimentando los sueños de la parroquia grancanaria (51-39).
Pero hace tiempo que este Herbalife Gran Canaria ha dejado de lado los sueños. El discurso de los milagros, de las misiones imposibles. De lo inalcanzable. Aquel tremendo equipo que llegó a la final de Eurocup con un balance 21-1 abrió la veda. Luego llegó la segunda final en Coruña. La tercera, en el primer título. Y la cuarta, en otra Supercopa Endesa. Todo con un esfuerzo coral envidiable, sin estrellas, sin nombres propios. Que se lo digan a Luke Fischer, un pívot de Wisconsin que disputaba su primer partido profesional y anotaba ocho puntos seguidos para enloquecer a su nueva afición (59-44, minuto 33) a siete minutos del final.
Se había podido con Baskonia, Barcelona, Valencia,… Nunca con el Real Madrid. Y la primera eliminación a los blancos no iba a ser fácil. Thompkins hizo honor a su nombre anotando dos triples consecutivos (59-54, minuto 36) que, casi inesperadamente, daba vida al conjunto merengue. Era un momento delicado, quizá el único en toda la noche festiva.
Se quedó en eso. En un momento puntual dentro de unos cuarenta minutos de puro júbilo grancanario. No tembló el equipo de Luis Casimiro, que con ataques largos y cabeza logró cerrar el triunfo para sellar la clasificación a la final de la Supercopa Endesa.
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