Sin complejos. Con la actitud de un campeón. Con trabajo y sudor. Sobre todo con sueños, con los mismos que llevaron a un grupo de personas a crear un equipo en un patio de colegio. Cincuenta y tres años después, ese equipo es campeón.
No había nada que perder. Cuarenta minutos para la historia. Si le cuentan al Herbalife Gran Canaria hace unos años que iba a estar en una final con temple de campeón, se hubiese reído. Hubiese soñado, claro, pero se hubiese reído. Porque parecía tan lejano como imposible; al menos improbable. Pero en abril de 2015 se puso la primera piedra con la final de Eurocup. En febrero de 2016, el segundo escalón con la final copera. Era 24 de septiembre de 2016 y el Herbalife Gran Canaria se medía al FC Barcelona Lassa en pos de un título… Y lo hacía como un igual.La salida del Herbalife Gran Canaria fue sublime. La intensidad del juego de los de Luis Casimiro asfixió a un FC Barcelona Lassa que no lograba meterse en el partido. Claver intentaba desde 6,75 demostrar que el Barça estaba vivo, pero no había llegado aún. Bo McCalebb ha ganado muchos títulos, y no se cansa de repetir día a día que firmó por el Granca para seguir haciendo eso. Para ganar. En los pasillos, en el vestuario, o en la ducha. Lo demostró con nueve puntos en el parcial de 17-6 que lanzó el choque y que obligó a Bartzokas a pedir un tiempo muerto tras poco más de cinco minutos de partido disputados.
El de Nueva Orleans se alió con otro soñador de boca realista y actos severos. Royce O’Neale, en su segundo año como profesional, firmó quizá uno de sus mejores partidos. Lo hizo con desparpajo inusitado, como si jugase para un grande. De hecho lo hacía, y él lo sabía. Entre ambos lograron elevar la ventaja hasta los doce puntos (21-9, minuto 7). Fue antes de la reacción, que debía llegar, de un Barça acostumbrado a jugar finales. Y a ganarlas. Oleson de tres, y Claver con cinco puntos, apretaron el encuentro, pero al término del primero la ventaja era amarilla. Era justa (23-17).
Es normal que existan desajustes en un equipo nuevo con un entrenador nuevo. Pero Bartzokas pareció dar con la tecla en el inicio del segundo cuarto, y el FC Barcelona Lassa lograba ponerse a cuatro puntos con un incisivo Dorsey. Pero apareció entonces la figura de Kuric. Una figura que transciende el baloncesto desde hace varios meses, y que quedará para la historia del Club Baloncesto Gran Canaria. El escolta anotó ocho puntos para cimentar un parcial de 12-6 que colocaba la diferencia cerca de los dobles dígitos.
El conjunto barcelonés intentaba de todas las maneras posibles acercarse en el electrónico; simplemente, esa manera no existía. Porque los de Casimiro siguieron ejecutando el plan a la perfección. Y cuando no salía, el corazón llegaba a donde la pizarra se perdía. Todos los balones divididos eran para los claretianos y las segundas opciones permitieron al Herbalife Gran Canaria llegar al descanso con once de ventaja (50-39).
La eterna batalla con la lógica
La lógica, esa meretriz de la ciencia que suele ignorar con frialdad al corazón, decía que el Barça debía reaccionar. Que lograrían subir el nivel defensivo para recortar distancias. Pero la lógica se equivocó como muchas otras veces en la historia lo hizo con el Granca. Con la fe amarilla. Un triple de Sasu Salin disparaba la ventaja hasta los veinte y un tiro libre de Oliver sellaba un parcial demoledor de salida de 10-0 (60-39, minuto 24) que sacaba de quicio al FC Barcelona Lassa.
Con Tyrese Rice notablemente cansado y sin poder superar a su par con facilidad, el Barça no hallaba el ritmo al que bailar. Y como no lo hacían, se pusieron el mono de trabajo. Ese que tantas distinciones sostienen. Los monos de trabajo de Navarro, del propio Rice, de Doellman, de Dorsey,… Condecorados en miles de batallas con las que el Herbalife Gran Canaria ni soñaba. Desde la defensa, la renta bajó hasta los catorce puntos antes del último cuarto (62-48).
La ventaja de veintiún puntos parecía lejana y su sombra se alargaba. El inicio del último cuarto fue, probablemente, el único intervalo de tiempo en el que se vio a un Herbalife Gran Canaria dubitativo. Sin respuestas en ataque. Las posesiones se agotaban y un tiro libre de Navarro ponía el 62-53 a ocho del final.
Pero quién es el valiente que le dice a Kyle Kuric lo que puede y no puede hacer. Quería ganar y lo demostró. Anotó un aro pasado a pase de McCalebb que oxigenó a los amarillos. El Barcelona perdió la efímera fluidez que les había permitido recortar distancias. Lo que no se pierde nunca es la garra. Que se lo digan a Eulis Báez. Años y años de carrera en busca de un título. Anotó tras coger un rebote ofensivo y la ventaja era de 15 puntos (68-53) a cuatro del final.
Ahí estaba. El Herbalife Gran Canaria se hizo grande. En el Buesa Arena, donde soñó casi por primera vez. Se hizo campeón. Vio sus sueños hechos realidad en forma de parqué y balón. Albert Oliver, a sus 38 años, disfrutaba de los últimos minutos del que era su tercer partido por un título; del que sería su primer trofeo.
El Herbalife Gran Canaria acabó venciendo por un contundente 79-59. Cifras que entran en la historia. Garra amarilla que, por fin y merecidamente, es eterna.
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