Fernando El Bandera, sonido eterno de la Naciente
Todo comenzaba con un ‘tararííí’ en la acogedora Grada Naciente del Estadio Insular. Uno de los singulares aficionados de la UD Las Palmas, Fernando El Bandera, iniciaba así la animación de los partidos. Sus primeras notas acompañaban al aroma de fresco césped cortado y las jareas de calamar braseado. Todo estaba en sintonía. Era la señal sonora de un día de fiesta porque jugaban los amarillos.
Fernando González González era en realidad carpintero ebanista, hijo de un emigrante de Linares, y un aficionado que llegó a la popularidad por el acompañamiento que durante décadas realizó con el equipo amarillo. Un poncho, un sombrero mexicano, su corneta y la bandera amarilla y azul; con ese equipaje siguió a la Unión Deportiva por todos los rincones de España, siempre allí donde el equipo iba a jugar, hermanándose con las aficiones rivales.
Fernando se las ingenió durante dos décadas para encontrar los recursos económicos de los viajes y para aparcar también algunas de sus tareas profesionales. En San Mamés, Bernabéu, Nou Camp, Vicente Calderón, Luis Casanova, ... allí se escuchaba el sonido habitual de aliento y la voz ronca con la que decoraba el inicial ‘riqui-raca’, que acabó convirtiéndose en el ya clásico ‘pío-pío’. Porque la primera vez que se escuchó ese singular aliento lo aportó él en un derbi disputado en el Heliodoro en respuesta a las misivas tinerfeñas.
Y también, cómo no, en la final de Copa de 1978 donde Fernando se convirtió en el simbólico director de orquesta de la fiesta canaria. Con él al frente, miles de isleños caminaron por las calles de Madrid y formaron un memorable festejo en la Plaza Mayor y en el estadio antes del enfrentamiento con el FC Barcelona.
También fue aficionado mundialista, porque animó a España en los certámenes de 1982 y en México 1986. Siguió de forma incansable a los amarillos y el último día de gloria con el equipo lo celebró con el ascenso de 1996 con Pacuco Rosales, porque por razones de salud el ascenso del 2000 lo vivió en la distancia. Curiosamente Fernando (70 años) no conoció el estadio de Gran Canaria, al fallecer en 2003 dos meses antes de la inauguración.
Siempre allí, en los días de gloria y en las desdichas. Fernando no fallaba.
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